martes, 8 de agosto de 2017

Estamos bien capacitados pero mal educados


Tanto los principios como los valores son algo que aprendemos primeramente en el hogar y que luego reforzamos cuando ingresamos a la academia. Infortunadamente pocas veces hay coherencia entre ambas instituciones ya que lo que se dice en el hogar no se practica en la academia y viceversa. Cuando no es que una de las dos instituciones debe cumplir con ambos roles. Los padres de familia deben hacer de maestros y maestros que deben hacer las veces de padres ya que estos muchas veces se desentienden de sus hijos y los llevan a la escuela para que allí hagan lo que puedan con sus hijos pues ellos están demasiado ocupados trabajando para brindarles a esos hijos todo lo que el dinero puede comprar pero que no disponen de lo que realmente necesitan y que no pueden comprar en ninguna parte como es el amor de ellos.

Una historia muy conocida es cuando el niño le pregunta a su padre cuánto vale una hora de su tiempo. Este hace un cálculo matemático de acuerdo a su salario y le da al niño el valor de lo que el gana por hora de trabajo. Rato después del niño se presenta ante su padre con el dinero correspondiente a una hora y le pide el favor que le venda una hora de su tiempo. 

Se construyen y se abren grandes escuelas, colegios y universidades pero se cierran las más grandes instituciones educativas como son los hogares. Los verdaderos responsables de las futuras generaciones estamos dejando en manos de personas extrañas la educación de nuestros hijos. En el mundo occidental del cual hago parte, todo gira en torno al dinero. Tal y como lo manifestara el escritor y filósofo francés François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778) “Cuando se piensa que el dinero lo hace todo, se está dispuesto a hacer todo por dinero”. Y vaya si se hacen cosas bien desagradables por conseguirlo. Pueblos enteros han desaparecido por “conquistadores” que se creían y se creen poseedores de la verdad en pos de adquirir más y más poder respaldados por líderes políticos o religiosos que al fin de cuentas son la misma mafia. Naciones esclavizadas bajo el yugo de dictadores que se creen, como en tiempos antiguos, verdaderos dioses. 

La educación, responsabilidad de los padres de familia es un concepto en decadencia y en peligro de extinción. Al parecer ahora lo más importante es que los niños desde la más tierna edad aprendan complicadas operaciones de física, química, álgebra, trigonometría; estudien política, filosofía, astronomía, botánica, computación, medicina, etc. etc. antes que animarlos a avanzar hasta donde lo permitan sus aptitudes. Cuando antes de iniciarse en el ámbito de los estudios superiores, deberían dominar los elementales. Estudian varios idiomas y oratoria para convertirse en destacados políticos y oradores, cuando ni siquiera saben leer y escribir correctamente su propio idioma.

Es un hecho que la capacitación es importante, claro que es importante, sin embargo, más importante aún es tener seres humanos bien educados. Antes de correr es necesario aprender a caminar. De nada vale una persona muy bien capacitada, con muchos egomurales tapizados con cualquier cantidad de diplomas y certificados de estudio cuando hay que hablarle en papel sellado o lo que es peor, ni siquiera se le puede hablar. Son las personas que sufren de doctoritis aguda. El 95% de las personas que están en las cárceles del mundo mínimamente hicieron la primaria y de ese 95% más del 50% terminaron un bachillerato y un 30% terminaron una carrera profesional. Las preguntas son ¿Qué paso? ¿Dónde nos equivocamos? La respuesta es muy simple, capacitamos pero no educamos. El filósofo y matemático griego Pitágoras de Samos (569 – 475 a.C) afirmaba que “había que educar a los niños para no tener que castigar a los hombres”.