Y es que por lo general, cuidamos más el carro que tenemos
que nuestro propio cuerpo. Hay quienes gastan millones, no solo en comprar el
último modelo, sino en su mantenimiento y todos los demás gastos que genera
tener un vehículo, los cuales, con el transcurso del tiempo, pueden ser más
representativos que el precio del mismo carro.
¿Qué pasaría si el dinero que invertimos en comprar y
mantener el carro, lo invirtiéramos en el más importante de todos los vehículos
o sea en nuestro cuerpo? Como decía el doctor Sanclemente, difícilmente a
nuestro carro le proporcionamos combustible de mala calidad, ya que sabemos que
rápidamente comenzaría a funcionar mal y hasta se estropearía el motor.
Curiosamente a nuestro cuerpo si le proporcionamos todo tipo de carnes y comida chatarra, que no solo daña
nuestro motor o sea nuestro corazón, sino el computador del vehículo, o sea
nuestro cerebro.
Cuando el carro comienza a presentar fallas, inmediatamente
lo llevamos al mecánico, cosa que no hacemos con nuestro cuerpo, el cual debe
evidenciar serias dificultades para llevarlo al médico. En fin, la verdad es
que le prestamos más atención a las cosas que no requieren de tanta atención y
descuidamos aquellas de las cuales literalmente depende nuestra vida.
En algunas religiones y culturas como la egipcia, se habla
de las siete puertas del templo. Según la mitología egipcia, a través de las
siete puertas del templo, se puede llegar al mundo de los dioses pero como no soy egiptólogo
ni mucho menos estudioso de las diferentes religiones, no quiero opinar sobre el
significado que esas culturas o religiones les han dado a esas puertas.
Desde la perspectiva del sentido común, infortunadamente el menos común de los sentidos, me referiré a las siete puertas y dos ventanas del más maravilloso de los templos, nuestro cuerpo, en el cual mora parte de esa energía creadora y conservadora del universo a la cual llamamos Dios, Espíritu, alma, etc.
Las siete puertas son el ano,
el pene o vagina, la boca, los oídos y las dos fosas nasales, siete orificios o
puertas que son utilizadas por nuestro organismo para que ingresen o salgan determinadas
cosas de nuestro cuerpo. Las dos ventanas, son nuestros ojos.
Ahora bien, siempre se ha dicho que somos lo que comemos, lo
que pensamos y lo que hacemos. Dependiendo de lo que comas o sea el combustible
con el cual alimentes el vehículo que es nuestro cuerpo, así funcionara. Tan sencillo
como eso, tan simple como eso. Hay que
tener en cuenta que el aparato digestivo o caldera donde se produce la
combustión o proceso de los alimentos, esta diseñado para un tipo de combustible
especial y no para cualquier tipo de combustible.
Si tu carro es a gasolina, no le puedes echar diésel, ya que
no funcionaria muy bien que digamos. De igual forma nuestro aparato digestivo funcionará
mal si le echamos comida que no pueda digerir fácilmente, como es el caso de las
carnes, y no es que yo sea vegetariano o vegano ni mucho menos, ya que en mi
juventud consumí carne en forma exagerada y ahora viejo estoy pagando las
consecuencias, ya que el acido úrico me esta causando serias dificultades. La
comida chatarra o rápida por ejemplo son
otros “alimentos” que generan rápidamente cualquier tipo de enfermedades.
Las preguntas entonces son ¿Cómo o para que estamos
utilizando esa puerta o boca? ¿Qué tipo de alimentos (combustible) estamos
ingiriendo a través de ella? Es de anotar que, dependiendo de ese combustible, será
lo que salga por otras dos puertas del templo como es el ano y el pene o vagina.
Aunque el ano, el pene y la vagina son puertas más que todo
de salida, hay quienes las utilizan también para cosas para las cuales no están
diseñadas y con esto no quiero dar catedra de moralidad o de comportamiento
sexual ya que son temas bien espinosos y controversiales.
¿Qué estamos escuchando a través de esas otras dos puertas
que son nuestros oídos y que estamos viendo a través de las dos ventanas que
son nuestros ojos? Dependiendo de la información que ingrese a través de esas
dos puertas y ventanas, dependerá en gran parte nuestra forma de pensar y de
actuar.
Las otras preguntas son ¿Cómo estamos utilizando las dos
puertas o fosas nasales y para que las estamos utilizando? ¿las estamos utilizando solo para respirar o también
para ingresar otras sustancias toxicas fuera del aire contaminado de las
ciudades? Curiosamente en nuestro hogar y en las academias nos enseñan cualquier tipo de cosas menos la más importante, a respirar.
El caso es que cada uno de nuestros sentidos esta diseñado
para fines muy específicos. Infortunadamente no los utilizamos bien, para la
muestra un botón, la nariz, por la cual siempre deberíamos respirar, ya que no
solo cumple con la función de filtrar un poco el contaminado aire, sino que lo
calienta antes de llegar a nuestros pulmones. Respiramos entonces por la boca, con lo cual literalmente nos comemos la contaminación que hay a nuestro
alrededor, disminuyendo de esta forma nuestra capacidades físicas y mentales.
A través de la historia, los humanos terrícolas, les hemos construido cualquier cantidad de templos, catedrales, mezquitas, etc. a nuestros dioses, en los cuales hemos gastado no solo tiempo y dinero, sino que hemos desperdiciado y sacrificado millones de vidas.
Finalmente, hay quienes “decoran “el templo o sea su cuerpo con objetos, pinturas y le hacen cualquier cantidad de modificaciones para “embellecerlo” y lo que hacen muchas veces es estropearlo y cuantos han ingresado a los quirófanos para hacerse una cirugía plástica sin necesidad y sale solo el espíritu, ya que el vehículo lo dejaron en el taller para ser cremado o enterrado.