jueves, 28 de octubre de 2021

Servicio al cliente I: Esa platica se perdió.

Por lo general siempre me gusta hablar de casos puntuales y de las cosas que solo a mí me pasan. Muchos de mis seguidores me escriben interesantes sugerencias y críticas a mi correo electrónico. Siendo reiterativa la crítica que mi forma de escribir es muy escuelera, demasiado práctica, simple y a veces demasiado directa. Aun no sé cómo interpretar esos comentarios, si como halagos o como “críticas constructivas” como suelen llamarlas algunos. Alguna vez tuve la oportunidad de preguntarle a un muy famoso escritor cuyo nombre quiero obviar porque lo que me escribió fue a nivel personal y no tengo autorización para divulgarlo: “… los críticos son personas que dicen saber mucho sobre lo que critican pero no saben hacer lo que critican. Señor Restrepo, si usted quiere ser un buen escritor, nunca someta sus escritos a la crítica pues no se puede dar gusto a todo el mundo, tendrá seguidores y también detractores, por lo tanto, guardando el debido respeto por todo y por todos, escriba para usted, porque si a usted le gusta lo que escribe, lo más probable es que a otros también les guste, nunca escriba por dinero, el dinero, si usted es un buen escritor, el dinero sera una de sus recompensas ya que la mayor recompensa es el reconocimiento por parte de sus lectores…”.

Siguiendo el consejo de ese gran hombre de las letras, hoy quiero escribir sobre una situación bien interesante. Hace poco debí visitar una de las sucursales de uno de los bancos más grandes de mi país Colombia cuyo nombre también quiero obviar para no herir susceptibilidades, además porque con esta maravilla o pesadilla del Internet, todo lo que uno publique queda disponible para que cualquier persona en cualquier parte del planeta pueda leerlo, así es que tratare de ser lo más educado posible.

Al ingresar al famoso banco me acerque a una hermosa joven que estaba muy entretenida con su teléfono celular pues no apartaba la vista de él. Sin mirarme dijo…


- A la orden señor.

Como aun no apartaba su mirada del celular espere a que terminara lo que estaba haciendo. Momentos después dejo su teléfono encima del escritorio y pregunto con cara de pocos amigos pues al parecer yo había interrumpido una conversación muy importante…

- Lo escucho señor – volvió a decirme la joven. 

Iba a responderle cuando se escuchó el sonido característico cuando ingresa un mensaje a un celular.

- Permítame un momento señor – dijo la joven cogiendo nuevamente su teléfono y mientras sonreía tecleo hábilmente un mensaje.

Como la joven seguía muy entretenida recibiendo y contestando mensajes en su celular me dedique a observarla. Realmente era una mujer muy hermosa, elegantemente vestida y el cargo que ocupaba posiblemente era la envidia de muchos compañeros. Pasaron algunos minutos antes de que la joven apartara su mirada del celular y volviera a prestarme atención.

- Ahora si dígame señor, ¿en qué puedo servirle? – me pregunto la joven mientras jugueteaba con su teléfono.

- Buenos días señorita, sería tan amable de…

No pude terminar la frase porque en ese momento se volvió a escuchar el sonido característico del teléfono cuando ingresa un mensaje. El caso es que no pude hablar con esa funcionaria del banco pues al parecer los mensajes que le estaban llegando a su móvil eran más importantes que yo, así es que salí de la oficina y busque a otra persona que me diera la información que necesitaba. Esa mañana recorrí casi todo el edificio de aquel banco ya que siempre me mandaban de un lugar a otro porque al parecer nadie sabía brindarme la información que estaba solicitando. Es de anotar que hable con diez personas, a nueve de ellas no les importaba ni les interesaba solucionar mi problema, para ellas la labor que realizaban era la más importante, yo simplemente los estaba distrayendo con mis tontas e inoportunas preguntas.

Lo curioso de todo es que por todas partes del edificio habían llamativos letreros donde se resaltaba la importancia del cliente. Hermosas fotografías de personas sonrientes que invitaban a utilizar los servicios y a adquirir los productos de la entidad bancaria. Como he sido algo inquieto con el tema del servicio al cliente me di a la tarea de investigar cuánto dinero invertía aquella prestigiosa empresa en capacitar a su personal. Una señora, ya entrada en años, que finalmente y muy amablemente resolvió mi inquietud, me comento que en los últimos años constantemente el banco utilizaba los servicios de renombrados entrenadores internacionales o coach como ahora rimbombantemente les dicen, para capacitar al personal, los cuales cobraban miles de dólares por sus servicios. Con un dejo de nostalgia en su voz, me dijo que a ella le había tocado vivir en ese banco tiempos mejores donde no había tanto entrenamiento pero si un gran sentido de pertenencia y de camaradería entre sus compañeros, muchos de los cuales ya se habían jubilado, algo de lo cual próximamente ella también disfrutaría.

Según me menciono, las cifras que la entidad bancaria invertía a nivel nacional e internacional en capacitación y en publicidad con el fin de atraer nuevos clientes, eran sencillamente asombrosas. Salí del banco preguntándome si los dueños o los altos directivos del banco se daban cuenta de lo que estaba pasando con el personal de servicio al cliente. Lo más probable es que no, debido a que por lo general se mantienen encerrados en sus oficinas o bunkers donde el contacto con el cliente común y silvestre no es muy común que digamos. 

La pregunta es ¿Qué tipo de capacitación recibe el personal de servicio al cliente? Es de anotar que todos los empleados de una empresa, independientemente la labor que realicen, son de servicio al cliente ya sea interno o externo. En las empresas, absolutamente todo el personal debe estar orientado y capacitado para brindar un servicio de excelencia. Infortunadamente como solemos decir en mi país Colombia “esa platica que se perdió”. Millones de dólares invertidos o mejor, gastados en “capacitación” se pierden porque a la hora de la verdad o como dicen actualmente en “los momentos de verdad” los resultados dejan mucho que desear.

Próxima entrega: Servicio al Cliente II: Actitud de servicio.

domingo, 3 de octubre de 2021

Coherencia



Siempre se ha dicho que la mejor enseñanza es el ejemplo. No se concibe la idea que el papá le diga a su hijo que no diga mentiras y cuando alguien le pregunta al niño por su padre éste le dice a su hijo que le diga a esa persona que no está, o como cuando en presencia de su hijo el papá se apodera de algo que no le pertenece y le dice al niño que nadie se va a dar cuenta pero le dice a su hijo que él no puede hacer tal cosa. 

Una canción popular inglesa dice que: “Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura, se perdió un caballo, por un caballo, se perdió una batalla, por una batalla, se perdió el Reino”. Solemos minimizar o darle poca importancia a algunos de nuestros actos y nos rasgamos las vestiduras con el fin de evidenciar el desagrado que nos causa el accionar o pensar de nuestros semejantes, cuando nosotros mismos muchas veces infringimos una ley o una norma, por leve que sea, es tan delicado como cometer el más grave delito ya que no hay delitos grandes o pequeños, solo hay delitos.

Como el niño que vio a su padre hacer algo en contra de la ley o de las normas, seguramente tarde que temprano él también lo va a hacer y muy probablemente las consecuencias van a ser desastrosas. La idea aquella de que hecha la ley hecha la trampa, es como se genera uno de los flagelos más grandes de nuestra sociedad como es la corrupción (del latín corruptĭo, corruptiōnis, a su vez del prefijo de intensidad con- y rumpere 'romper, hacer pedazos, sustancia o cuerpo que está corrompido, descompuesto, podrido).

Desde muy niño mi padre siempre me decía “hijo, lo que no es de uno, no es de uno y a alguien le debe pertenecer”. En algunos países cuando alguien se encuentra algo, de inmediato lo pone a buen recaudo de las autoridades no importando su valor. Muchas veces mis compañeros taxistas, y les digo compañeros porque alguna vez lo fui, devuelven cosas que sus usuarios dejan olvidado en sus vehículos. La pregunta es ¿Haría usted lo mismo?, estoy seguro que sí, porque lo que no es de uno…

Infortunadamente los principios y los valores están en franca decadencia y como lo digo en uno de mis libros “Estamos bien capacitados, pero mal educados”. No comprendo cómo es que juzgamos y criticamos y nos “salimos de la ropa” ante la mala educación de los demás, pero pocas veces reaccionamos de la misma forma ante la mala educación nuestra. 

El código de policía en Colombia más se demoró en publicarse que en ser demandado pues, como cosa rara, muchos no están de acuerdo con algunas normas que todos los ciudadanos debemos cumplir. ¿Qué muchas son un poco exageradas? Si, lo acepto, pero ¿y si no es así? Necesariamente hay que ser estrictos, de lo contrario lo veo difícil, porque las dificultades que existen en la sociedad no se curan con paños de agua tibia. ¿Cómo hacerle entender por ejemplo a una persona que no debe hacer sus necesidades fisiológicas en lugares público, que si los equipos de sonido vienen acondicionados con un control de volumen es para utilizarlo con el fin de no interferir en el descanso de los demás, que las mascotas y lo que éstas hacen es responsabilidad de sus dueños, así como es responsabilidad de los padres lo que sus hijos hacen?

Sigo pensando que cumplir las leyes y las normas es cuestión de sentido común, claro que como infortunadamente este es el menos común de los sentidos es que pasa lo que pasa. Predicamos pero no aplicamos. Criticamos al gobierno y a los “servidores” públicos por lo corruptos que son pero seguimos votando por ellos porque somos de las personas que vendemos nuestra progenitura (nuestro voto) por un plato de lentejas y lo más curioso es que luego nos quejamos de los malos gobernantes que elegimos. 

El Duque de Otranto, el francés Joseph Fouché (1759-1820), habría dicho que: “Todo hombre tiene su precio, sólo hace falta saber cuál es”. Sentencia que presenta al ser humano desde su peor faceta, pues lo expone a partir de su ambición y de su debilidad, señalando que es capaz de hacer cualquier cosa a cambio de una suma determinada de dinero. Cuesta aceptar la contundencia de la frase, pues conocemos a muchos hombres (y mujeres) que no dejan de lado su integridad por intereses económicos. Es que como decía el sabio Voltaire “Quien piensa que el dinero lo hace todo, termina haciendo todo por dinero.

Los invito pues a que la próxima vez que queramos criticar o juzgar a alguien, pensemos si somos coherentes y consecuentes con nuestro discurso.