sábado, 22 de mayo de 2021

Protesto contra las protestas.

 


El derecho a la protesta está consagrado en el Artículo 37 de la Constitución Política de Colombia de la siguiente manera: “Toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”.

Lo cual en un estado de derecho como es el de Colombia está muy bien. Las preguntas son: ¿y los que no protestamos? ¿y los que en vez de salir a protestar queremos trabajar, estudiar y vivir la guerra en paz? ¿Será que nosotros nos hemos conformado y no queremos salir de nuestra zona de “confort”? o ¿nos hemos acostumbrado a una forma de vida llena de limitaciones y desigualdades sociales?

Hace más de 190 años el Libertador Simón Bolívar manifestaba que “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, lo curioso es que ni han cesado los partidos ya que cada vez se radicalizan más y de la unión, ni hablemos, porque de unidos no tenemos nada, si así fuera, el 97% de los que no salimos a protestar, a vandalizar, a saquear y a bloquear las carreteras, no permitiríamos que ese 3% nos representara e hiciera todo lo que hacen dizque buscando la igualdad social, la equidad, mejor calidad de vida, etc, etc. etc.

Por lo tanto, el alma de nuestro gran amigo Bolívar y de todos los miles de compatriotas que ofrendaron su vida por una libertad que dista mucho de serlo, deben sentirse muy tristes donde quiera que estén, al ver que todo aquello por lo que lucharon fue un esfuerzo en vano.

Particularmente pienso que los humanos terrícolas siempre hemos estado en guerra y las desigualdades por las que actualmente se protesta siempre han existido. Dirá usted amable lector que ahora esas desigualdades son más marcadas, con lo cual estoy completamente de acuerdo, solo que hay que tener en cuenta un “pequeño” detalle y es que la población mundial ha venido creciendo en forma exponencial y como decía la cantante Celia Cruz en una de sus canciones, no hay cama para tanta gente.

Ahora bien, los ricos, los pobres, los esclavos y mendigos siempre han existido. Por lo tanto, esa diferencia de clases sociales no es nada nuevo. Y que los ricos cada vez lo son más a costa del trabajo de los pobres, tampoco es nuevo. La verdad no veo entonces porque se protesta si esas desigualdades han ocurrido desde siempre.

Dirá usted amable lector que hay países donde el nivel vida es muy superior al de los latinoamericanos y al de muchos otros países. La explicación es muy sencilla. ¿Qué más se puede esperar de un pueblo milagrero que todo se lo deja a sus dioses?, los países donde el nivel de vida es envidiable es porque oran como si todo dependiera de sus dioses, pero trabajan como si todo dependiera de ellos, por lo tanto, los resultados saltan a la vista.

Además de ser un pueblo milagrero, somos un pueblo corrupto ya que como decía una frase atribuida al sabio Voltaire “Si pensamos que el dinero lo hace todo, estamos dispuestos ha hacer todo por dinero” y vaya si lo hacemos. Ahora no se vaya usted a rasgar las vestiduras diciendo que usted no lo es, porque, si permitimos que ese escaso tres por ciento de la población de Colombia haga con el 97% lo que le da la gana, es porque literalmente nos estamos dejando comprar y manipular.

Hace algunos años hablaba con un Japonés quien me preguntaba cuantos guerrilleros, paramilitares y delincuencia común se consideraba que había en Colombia. Le dije que se calculaba que eran unos cincuenta mil. Me pregunto que cuantos años llevaba Colombia en esa guerra fratricida. Le dije que unos cincuenta años. Me pregunto que cuantos colombianos éramos. Le dije que unos cincuenta millones. 

El japonés guardo silencio, no era necesario decir nada, era evidente que el 1% de la población alzados en armas hacía con el 99% lo que le venia en gana. Cabe recordar que Japón fue literalmente diezmada durante la segunda guerra mundial y cincuenta años después, es considerada una prospera nación a la cual muchas otras envidian y eso que los japoneses son un pueblo que también profesa algunas religiones.

Finalmente, amable lector, nada de nervios, otra celebre frase afirma que “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”, por lo tanto, ¿de que nos quejamos si estamos cosechando lo que sembraron nuestros antepasados y las próximas generaciones igualmente cosecharan lo que nosotros estamos sembrando?

Una cosa si es cierta y es que la violencia solo genera más violencia y por lo general todas las guerras han terminado en la mesa de negociaciones. A propósito de negociaciones, unos libros que sugiero que nuestros “lideres” políticos y religiosos lean urgentemente son: “Si de Acuerdo, como negociar sin Ceder” y “Como ganar amigos e influir sobre las personas” de los escritores Robert Fischer y Dale Carnagie, respectivamente.

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