miércoles, 15 de abril de 2015

Paz en medio de la guerra


Pocas veces había tenido tanta acogida uno de mis blogs como el de “Colombia, ¿la más educada?” Fueron muchos los mensajes que recibí en mi correo electrónico de mis seguidores, gracias a todos ellos. 

Hubo varios comentarios que llamaron poderosamente mi atención, uno de ellos es el de Erik, quien me escribe desde la ciudad de Vancouver Canadá. Su pregunta puntual es “…señor Restrepo, en su blog manifiesta que los colombianos no disfrutaran de una paz plena hasta después de varias generaciones ¿Quiere decir que la actual generación no disfrutara así sea de un poco de paz?

Que le puedo decir señor Erik… la paz al igual que la felicidad es algo relativo. Se puede vivir en paz en medio de la guerra y ser feliz en medio de la infelicidad. Suena algo contradictorio pero es la realidad. El neurólogo y psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia, que sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau, el doctor Viktor Emil Frank (1905-1997) afirmaba que lo que lo mantuvo a él en pie de lucha y guardar la esperanza de libertad fue su actitud positiva frente a la adversidad de encontrarse prisionero en las mas crueles condiciones.

Durante los años que tengo nunca he visto mi hermoso país en paz. Recuerdo que cuando era niño, y eso hace ya muchos años, mis padres me decían que la chusma rondaba por la región y que había que tener mucho cuidado con ellos. Varios familiares fueron cruelmente acecinados ya sea por sus ideales políticos o porque eran campesinos para despojarlos de sus tierras. Fue así como nos fuimos del campo buscando una mejor calidad de vida en la ciudad, encontrándonos con una violencia más violenta, valga la redundancia, que la que se vivía en el campo. Eran los años 80´s donde el narcotráfico estaba en todo su apogeo. Al igual que millones de desplazados, nos vimos entre la espada y la pared, sin saber qué hacer. Ya no podíamos volver al campo porque las tierras ya no nos pertenecían, por lo tanto quedarnos en la ciudad era la única alternativa y engrosar los cinturones de miseria que existen en todas las ciudades de nuestro país. 

Lo lamentable de todo es que nos acostumbramos a sobrevivir en medio de la violencia, a vivir el día a día ya que el mañana es incierto. Sabemos que salimos de nuestra casa pero no sabemos si vamos a volver y no porque muramos de muerte natural, sino debido a una de la enfermedades más comunes en nuestro país, la plomonía. Como lo manifestaba en mi blog anterior, en nuestro país se ha vuelto una práctica muy común matar por un teléfono celular y muchas veces por menos de eso. 

Sin embargo, pese a la difícil situación de inseguridad que vive nuestro país, es una nación de oportunidades, prueba de ello son los altos niveles de crecimiento económico que tiene Colombia. Para responder tu pregunta de si la actual generación de colombianos no disfrutara de una relativa paz, la respuesta es que si es posible, no como una paz generalizada sino individual. Resulta paradójico ver como personas en pobreza extrema son quizás más felices que aquellas que gozan de algunos privilegios y “seguridad”. Las personas que han perdido todo sus bienes materiales muchas veces son más felices que las que tienen todo lo que el dinero puede dar. La paz, al igual que la felicidad está dentro de nosotros mismos. Si estamos en paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes lo más probable es que disfrutemos de paz y felicidad. 

Dios permita que la paz que podemos lograr como individuos llegue a generalizarse en todos los habitantes de nuestro hermoso país y que las próximas generaciones solo se enteren de la violencia del narcotráfico, de la guerrilla, del paramilitarismo y de la delincuencia común (la cual es muy común) en los libros de historia. ¡los milagros existen!

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