Hace poco estaba dictando una conferencia para los
padres de familia y para los docentes de un prestigioso colegio de la ciudad de
Medellín y pude notar que, mientras yo hablaba, la gran mayoría de los padres
de familia estaban concentrados en lo que les estaba diciendo, sin embargo,
casi todos los docentes que estaban presentes, los cuales se habían situado en
la parte de atrás del escenario, estaban concentrados en sus teléfonos celulares.
Infortunadamente, esta situación es más común de lo que se
cree, ya que la adicción al teléfono celular se ha convertido en una verdadera epidemia que solo se puede controlar con educación y mucha capacitación porque la tecnología llego para quedarse y perpetuarse. El problema no son los
teléfonos celulares, los computadores o la tecnología en sí, sino la forma como
la utilizamos.
Actualmente, se plantea en muchos países, incluido mi país
Colombia, la prohibición de los celulares en las aulas de clase, razón por la
cual fui invitado recientemente a un foro sobre tecnología porque soy un defensor
de ella. El cuestionamiento era si se debían prohibir los celulares en las
aulas, les dije a los presentes, radioescuchas y televidentes que era como
querer tapar el sol con un dedo. Que, en vez de prohibir el uso de celulares en
las aulas de clase, se debía incentivar su utilización, lo cual genero una
abrupta respuesta por parte de algunos docentes que estaban presentes porque,
según ellos, los teléfonos celulares no dejaban dictar clase porque los muchachos
por estar chateando, no prestaban atención a los docentes.
Con lo cual estuve completamente de acuerdo, pues, nada hay más
desagradable que estar uno hablando con alguien y esa persona esté más interesada en
su celular que en uno. Sin embargo, refute la inquietud de los docentes
manifestando que, en vez de prohibir los celulares en las aulas, lo que se
debía hacer es enseñar a los niños, jóvenes e incluso adultos a utilizarlos y
lo que es más importante, a tener respeto por todo y por todos, siendo esta la
piedra angular de la sociedad.
Más temprano que tarde los computadores, las tabletas y los
celulares, cada vez más sofisticados, van a reemplazar los libros y los
cuadernos para tomar notas porque el estudiante podrá grabar directamente en
ellos lo que dice el profesor y luego ver el vídeo o escuchar el audio para
repasar la clase. Dirá usted amable lector que entonces a los jóvenes se les va olvidar leer. Esa pregunta sería buena hacérsela a autores
como J.K. Rowling, la escritora de la saga de Harry Potter, donde los
seguidores de ella hacían fila por días enteros para ser los primeros en comprar
sus libros.
Como escritor, estoy convencido de que, si uno es bueno en lo
que hace, tendrá seguidores, tendrá lectores. Es tarea de los docentes es incentivar
y motivar a sus estudiantes a la lectura de buenos libros. Teniendo en cuenta
que la sabiduría está en ellos. Ahora bien, lo que debemos tener en presente es que,
gracias a la tecnología, ahora tenemos acceso a las más grandes obras maestras
de la literatura por medio de los celulares.
Es menester que los sistemas educativos se modernicen, se
actualicen porque la mayoría están seriamente desactualizados y se continúa
instruyendo a las futuras generaciones de la misma forma como se hacía hace
doscientos o trescientos años, cuando las necesidades eran otras.
El rol del maestro ha pasado de enseñar a coordinar, a ser
un facilitador, un orientador, un guía. De ahí que es necesario que sean
ellos los primeros en adoptar y adaptar la tecnología a las nuevas necesidades
de un mundo en constante evolución y cambio. De ahí la importancia de permitir
a los niños, jóvenes y adultos a que utilicen masivamente la tecnología en vez
de tratar de ocultarla o prohibirla, lo cual nos llevaría nuevamente a la época
del oscurantismo, en este caso el oscurantismo tecnológico, y sus nefastos
resultados.
Recordemos que los hechos dicen más que las palabras y la
realidad es que, querámoslo o no aceptar, debemos admitir que no es con
medicinas o prohibiciones que vamos a curar la adicción a los celulares, sino
con mucha educación y capacitación desde la más tierna edad de cómo, cuando, donde, por qué y para qué se deben utilizar.
La pregunta es ¿Estamos los padres de familia y maestros lo
suficientemente educados en principios y valores y capacitados en la correcta utilización
de esa tecnología?
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