martes, 23 de junio de 2020

Fortaleciendo nuestros valores.

Columnista invitado: Miguel Ángel Cornejo

Cuantas veces nos enamoramos de ideas, es más, nos convertimos en difusores apasionados y se nos reconoce como apóstoles a de alguna propuesta determinada, sin embargo, no somos capaces de llevarlas a la práctica y así hay quien promueve la paz pero no es capaz de consolidarla ni siquiera en el seno de su propia familia, demandamos la democracia, pero no somos capaces de ejercerla con nuestros hijos, exigimos honestidad y somos incluso capaces de autoengañarnos, la lealtad para muchos es parte nuclear de su discurso y en la primera oportunidad traicionan y engañan a sus mejores amigos. Los ideales los planteamos en un nivel tan elevado y utópico que no nos atrevemos a comprometernos en la cotidianidad con ellos, hablamos con tal autoridad que exigimos el compromiso de todo aquel que nos escucha pero no somos capaces de aterrizarlos en nuestro quehacer diario.

La autenticidad consiste en ser fieles con nosotros mismos y si nos atrevemos a incursionar en el mundo de los idealistas debemos estar dispuestos a vivir de acuerdo a nuestra propuesta. No sería coherente un Gandhi con sirvientes a su alrededor o un Luther King despreciando a un ser de diferente color. Los líderes de excelencia se han atrevido a ser coherentes, son los primeros practicantes de sus mensajes, en la profundidad de sus almas se han autocomprometido y si ha sido necesario han entregado su vida como testimonios fieles de sus ideales. No se atrevieron a traicionar al ser más importante, ellos mismos. 

Secreto de los líderes de todos los tiempos el practicar en su cotidianidad su ideología, conocedores que es la forma efectiva de conocer y enamorar seguidores para su causa, su existencia y estilo de vida, sellan para siempre la grandeza de sus palabras. Sus palabras y hechos se unen en un círculo infinito que marca para siempre su obra. Los maestros auténticos se han dado a la tarea de alentar a sus alumnos en la búsqueda de una misión en base a valores dando prioridad al bien como valor supremo, dándole sentido a su existencia, un porque vivir, animándolos a vivir intensamente en sus acciones cotidianas. Les despiertan la necesidad de trascender, de participar activamente en la creación de Dios como arquitectos de un mundo mejor promoviendo la prosperidad, la paz y la felicidad. A que sean auténticos y su vida sea testimonio para las siguientes generaciones, les dan lo más valioso para vivir, una misión histórica, la posibilidad inmensa de trascender. 

Estos son los idealistas que han hecho de la educación una obra magistral, son las manos de Dios.

Miguel Angel Cornejo.

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