Por los altavoces de la sala de espera de la clínica, alguien
dijo…
- El señor
Onofre Restrepo favor pasar al consultorio 18.
Me dirigí al consultorio y al ingresar salude…
- Doctora
buena tarde.
Sin ni siquiera mirarme por estar pendiente de la pantalla
del computador, la joven médico dijo…
- Cuénteme
señor Restrepo a que se debe su consulta.
La joven no apartaba la mirada de la pantalla.
- Doctora,
vine para que por favor me lea unos los exámenes y a consultarle algo.
La joven continuaba mirando la pantalla de su computador,
mientras digitaba algo en el teclado. Como sabía que solo disponía de 20
minutos comencé a cronometrar el tiempo.
- Todos
sus exámenes están relativamente buenos para su edad señor Restrepo – dijo la
joven aun sin mirarme – venga le tomo la presión. Siéntese en esa camilla y
súbase la manga de la camisa.
Seguí las instrucciones.
- Su
presión arterial está un poco alta – dijo la joven mientras tomaba asiento
nuevamente frente a su computador.
- Doctora,
últimamente me está molestando un poco la espalda.
- En la
escala de 1 a 10 cómo calificaría el dolor – dijo sin mirarme.
- En cinco
doctora.
- Eso debe
ser un lumbago, le mandaré unas capsulas de ibuprofeno para cuando tenga mucho
dolor.
Era obvio que para la doctora que me estaba atendiendo yo
era uno de esos viejos hipertensos y prostáticos que solo le estaba quitando su
valioso tiempo, además que no le permitía responder los mensajes que le
llegaban constantemente a su celular. La
pregunta es ¿la doctora se daría cuenta que ante ella había un anciano que merecía
su atención? No, por supuesto que no y ni culparla porque ella disponía de
escasos veinte minutos para atender a cada paciente.
- ¿Algo
más señor Restrepo? – pregunto la doctora mientras continuaba concentrada en lo
que estaba haciendo en el computador.
- No
doctora. Gracias.
- Por favor
cierre la puerta al salir y no olvide reclamar los medicamentos que le acabo de prescribir en la farmacia.
Y eso fue todo.
Tiempo total de la consulta, 11 minutos.
Es un hecho que el sistema de salud de mi amado país
Colombia está colapsado, no solo por efectos de la pandemia, sino por la falta
de personal médico, por lo tanto no podemos exigir a los profesionales de la
salud que nos brinden un poco de atención cuando vamos a consulta.
Ahora bien, uno podría decir que eso solo se ve en los
estratos bajos, pero tal cosa no es del todo cierta, la verdad es que es una
situación a nivel general.
Sin embargo, toda regla tiene su excepción. Hace algún
tiempo estuve en consulta médica y todo aparentemente estaba bien con mi salud
ya que solo se trataba de chequeos de rutina. Al llegar a casa recibí una
llamada que me dejo sorprendido y a la vez preocupado. Se estaban comunicando
conmigo del consultorio del médico donde me acababan de atender para averiguar
cómo me sentía, ni siquiera era para hacerme algún tipo de encuesta sobre la
atención que había recibido. Solo querían saber cómo me sentía.
Fue tal mi sorpresa por esa llamada que le pregunte a la mujer
que si podía hablar con el médico que me había atendido pues quería saber que
era lo que realmente pasaba, ya que no era usual que me llamaran solo para
saber cómo estaba. Afortunadamente el
médico me aclaro que era algo que él siempre hacia con sus pacientes. Desde ese
día me convertí en uno de los pacientes más fieles de ese médico.
¿Sabía usted amable lector que muchas veces los pacientes
van donde el medico solo para ser escuchados? Lo digo porque cuando mi madre
aún estaba en este plano de la existencia, ya muy anciana, así no le aquejaran
mucho sus normales achaques, iba donde un médico que la había atendido por
muchos años y que obviamente sabía que mi madre era hipocondriaca.
Varias veces acompañe a mi madre donde ese médico, el cual
siempre la recibía con una sonrisa y un suave apretón de manos. Curiosamente
era poco lo que mi madre hablaban del motivo de la consulta pero si mucho de
toda la cantidad de enfermedades y operaciones quirúrgicas que había tenido.
Como siempre, el médico la escuchaba con mucha calma para finalmente decirle
que no dejara de tomarse los medicamentos y
que no comiera mucho dulce, algo a lo que mi madre era adicta.
Es un hecho que los seres humanos somos sociales por
naturaleza y que nos gusta sentirnos importantes, valorados y lo que es más
importante, amados. Infortunadamente con esto de la tecnología, la mayoría de
nuestros seres queridos prefieren dedicarle tiempo a sus juguetes electrónicos
como el celular, la televisión, etc., que a las personas que decimos amar. ¿El
resultado? Una sociedad cada vez más independiente, más solitaria, más
abandonada a su suerte.
Millones de personas en el mundo están solas rodeadas de
mucha gente, sobre todo de los “seres queridos”, aquellos que dicen ser
nuestros familiares y amigos pero que a la hora de la verdad suelen ser más
extraños que los extraños.
El activo más valioso que tenemos se llama tiempo y sin
temor a equivocarme, pienso que es uno de los regalos más importantes que se
pueden dar.
Y usted amable lector ¿Cuánto tiempo comparte con sus “seres
queridos”?
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