Se dice que lo único seguro es que no hay
nada seguro y nada más inseguro hoy en día que un empleo, por más tiempo que se
lleve laborando en la empresa o el cargo que se ocupe en ella, tarde que
temprano – y actualmente más temprano que tarde – le dan al empleado la carta
de despido por cualquier motivo, que por recorte de personal, que por bajar los
gastos de la empresa, que por bajo rendimiento, que porque necesitan el puesto para dárselo al amigo o amiga del gerente, y si es al gerente al que despiden,
con una sonrisa maliciosa simplemente le dicen como solía decirle el conductor
del programa de televisión El Aprendiz, “¡Estas despedido! nada personal, son
negocios”.
Comienza entonces el calvario para el nuevo
desempleado quien no sale de su asombro y de su desilusión por haberse quedado
sin empleo cuando más a gusto se sentía en la empresa a la que consideraba su
“segundo hogar”, aunque la verdad suele ser el primero porque permanecía más
tiempo en la empresa que en su casa. Y a propósito de casa, ¿Qué va decir en ella?
¿Qué se quedó sin empleo? ¿Qué hasta hoy trabajo en esa prestigiosa empresa o
institución? ¿Qué posiblemente por algún tiempo van a tener que restringir los
gastos al máximo debido a que ya no hay una fuente de ingresos lineales que les
permita darse la calidad de vida que tenían? ¿Qué muy probablemente van a tener
que mudarse de casa, de barrio, de ciudad y hasta de país debido a que la
situación laboral en el que viven es extremadamente difícil? Esas y muchas
otras preguntas se hace el nuevo desempleado.
Unos aceptan esa cruda realidad y
simplemente comienzan a comunicarse con amigos y familiares para decirles que
se quedaron sin empleo y que necesitan de toda su colaboración para encontrar
uno nuevo, y empapelan la ciudad con hojas de vida en las cuales inicialmente
colocan todos sus títulos educativos, experiencia laboral y todo aquello que
les permita obtener un empleo igual o mejor del que tenían. Sin embargo, a
medida que pasan los días, que se presentan entrevistas en las cuales les dicen
la consabida frase “cualquier cosa nos comunicaremos con usted”, algo que nunca
sucede, incrementando la frustración y el desengaño de saberse muy capacitado,
con mucha experiencia pero que tales cosas no son tenidas en cuenta. Por lo
tanto, como la situación económica del hogar comienza a tornarse difícil y muy
probablemente también la relación de pareja, comienza a aplicar a ofertas
laborales que nada tienen que ver con su formación académica y experiencia
laboral. Conseguir empleo entonces se convierte en un verdadero trabajo, lo
cual se dificulta aún más si tiene más de cuarenta años.
Otros guardan silencio y continúan saliendo
de casa a la hora acostumbrada para que la familia no perciba ningún cambio. Comienzan a hacer malabares con las tarjetas de crédito haciendo avances en efectivo para tratar de mantener y aparentar el nivel de vida que llevaban y en el peor de los casos, para pagar otras tarjetas de crédito, la cuota del lujoso carro o moto, de la hipoteca, del arrendamiento, de los servicios públicos, etc. etc. Se
vuelven asiduos visitantes del club social donde pertenecen, de los centros comerciales, de cafeterías y
restaurantes donde pasan las horas leyendo los periódicos, en sus computadores
o celulares buscando ofertas de empleo, chateando con sus amigos o inmersos en
las redes sociales hasta que es la hora de regresar a casa tal y como lo hacían
cuando estaban laborando. Sin embargo, pronto la familia detecta que algo no
está bien y comienzan a hacer preguntas, las cuales son evadidas o respondidas
con explicaciones o mentiras que cada vez son más difíciles de sostener.
El mal genio, la depresión, el estrés, el
abatimiento y en el peor de los casos el alcoholismo y la drogadicción, comienzan a hacer su aparición y con ellos la baja autoestima y todo lo que ello representa. De la persona que tenía todo bajo control y de la cual
dependía en la mayoría de los casos la economía y la “estabilidad” del hogar,
ya no queda nada. Lentamente el castillo de naipes se derrumba y con él las
relaciones de pareja, familiares, sociales y hasta terminan porque ya no es
hasta que la muerte los separe sino hasta que el dinero los separe y es que
¿quién va a vivir con un(a) mantenido(a) que no sirve para nada o con alguien que
ya no quiere trabajar? ¡Ni más faltaba!
Entonces el mundo se le convierte al
desempleado en algo invivible y cuantos hay que ante la desesperación de no
encontrar empleo, de la presión familiar y social, de ver que todo lo que había
construido ya no existe, prefieren dejar de existir.
Próxima entrega: ¡Urra! Me quede sin empleo
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