martes, 16 de abril de 2019

El síndrome de los ojos azules


Hace algún tiempo fui contactado por el gerente de una prestigiosa empresa de mi ciudad para que dictara una conferencia sobre emprendimiento. Según me dijo telefónicamente se había dado cuenta de mí, gracias a la recomendación de un amigo suyo, sin embargo debía ir a hablar con él antes, citándome para una semana después.

El día señalado fui a la empresa donde debía dar la conferencia, luego de tenerlo que esperar por casi una hora me permitieron pasar a su oficina. Sentado detrás de un amplio escritorio de madera finamente tallada, se encontraba un hombre ya entrado en años el cual al verme entrar me miro de arriba abajo. Con el ceño algo fruncido me indico una silla para que tomara asiento mientras él se acomodaba mejor en el suyo sin permitirme estrechar su mano. El dialogo, más o menos fue el siguiente...

- Buenas tardes señor... - saludé.

- De modo que usted es el famoso escritor Onofre Restrepo.

Me interrumpió mientras arqueaba una de sus cejas. Sus palabras sonaron con un dejo de ironía y de sarcasmo.

- Pues la verdad no sé qué tan famoso sea, pero efectivamente ese es mi nombre, usted dirá en que le puedo servir – manifesté sonriendo.

Continuaba mirándome escrutadoramente. 

- Un gran amigo me hablo muy bien de usted y me sugirió que lo invitara a dar una de sus conferencias en mi empresa. Aunque la persona que lo recomendó goza de mi total confianza y credibilidad, me gustaría saber un poco más de usted. Estuve indagando en Internet y pude verificar que tiene varios libros publicados, todos ellos con títulos muy sugestivos, sin embargo me gustaría saber que estudios ha realizado que respalden lo que ha escrito y por supuesto lo que dice en sus conferencias. Debe saber que mi empresa es muy importante para mí y he logrado consolidarla y posicionarla como la mejor en su ramo a nivel nacional y una de las mejores a nivel internacional.
Mantenemos altos estándares de calidad y una rigurosa selección del personal, por lo tanto me gusta saber sobre las personas que van a interactuar con mi gente ya que hemos tenido infortunadas experiencias con conferenciantes que más parecieran ser encantadores de serpientes. De ahí que considero que, no porque usted haya escrito muchos libros tiene mi aprobación para que pueda dirigirse a mis empleados. Es por eso que lo cite a mi oficina para saber un poco más de usted. Por ejemplo, dígame señor Restrepo, qué estudios ha realizado y en que universidades los ha hecho ya que en Internet no aparece nada al respecto.

- Totalmente de acuerdo con usted señor – manifesté – como dice el refrán, de todo se ve en la viña del señor. En mi profesión de escritor y conferenciante, como en todas las profesiones, existen personas que no actúan con profesionalismo. No me gusta hablar mucho de mí, pienso que los hechos dicen más que las palabras y como se puede leer en las sagradas escrituras, por sus frutos los conoceréis. Lo que soy y quien soy está reflejado en mis libros, los cuales he escrito basado en mis experiencias, procurando siempre llevar un mensaje de mejora continua a mis lectores pues soy de las personas que piensa que, independientemente sea nuestra situación, siempre es posible mejorar. En cuanto a mis estudios...

En ese momento fui interrumpido por una llamada telefónica que le ingreso a su celular. Haciéndome una seña de que esperara, contesto la llamada la cual se prolongó por varios minutos. Al parecer hablaba con alguien muy conocido ya que constantemente reía con sonoras carcajadas. Se había puesto de pie y miraba a través de los grandes ventanales de la oficina dándome la espalda e ignorando por completo mi presencia. Resignado, comencé a deambular por la amplia oficina mientras el hombre continuaba hablando animadamente por su teléfono celular. Con curiosidad comencé a leer todos los certificados y diplomas que había colgados en las paredes, cuál de todos más importante. El hombre había estudiado varias carreras profesionales y tenía varias especializaciones, sin contar la cantidad de diplomados, cursos, maestrías, doctorados, etc. Era evidente que estaba en presencia de una persona con un gran cumulo de conocimientos en diferentes áreas.

Estaba tan entretenido que no me di cuenta que el hombre había terminado su importante llamada y se había ubicado nuevamente tras su amplio escritorio.

- Señor Restrepo ¿Sera que podemos continuar con la entrevista o prefiere continuar husmeando por mi oficina? - manifestó en forma displicente.

- Estaba observando los diplomas de todos los estudios que ha realizado, realmente son impresionantes. Lo felicito…

- Gracias – me interrumpió – ahora dígame señor Restrepo, ¿Qué estudios ha realizado y en que universidades?

Era evidente que quería terminar cuanto antes con la entrevista pues se colocó sus gafas, cogió unos documentos que estaban encima del escritorio y comenzó a hojearlos…

- Como le estaba diciendo, y ahora viendo todos sus diplomas que certifican todos los estudios que usted ha realizado, la verdad es que no he tenido la fortuna de realizar tantos estudios como usted. Si bien es cierto tengo algunos estudios, pienso que estos no van más allá de lo que aprendí en la primaria, todos los demás que haya hecho de poco me han servido ya que lo que realmente me ha permitido salir adelante es lo que he aprendido en la universidad de la vida.

El hombre aparto la mirada de los documentos que tenía entre sus manos y mirándome por encima de sus gafas manifestó incrédulo...

- ¿Me está diciendo señor Restrepo que usted no es profesional? – dijo con voz algo alterada.

- Tanto como usted no señor – manifesté sonriendo.

Lentamente se quitó sus gafas y junto con los papeles que tenía en sus manos las coloco encima del escritorio, luego, poniéndose de pie mientras me miraba fijamente dijo...

- Mi amigo me dijo cuanto cobraba usted por una de sus conferencias ¿No le parece señor Restrepo que ese valor no es coherente con lo que usted me acaba de decir? Esa cifra solo la perciben personas que gozan de gran prestigio y reconocimiento internacional y que por lo general tienen varias especializaciones, que son muy conocidas y a usted prácticamente no lo conoce nadie.

El tono de su voz aumentaba evidenciando su desagrado mientras continuaba diciendo…

- No entiendo como mi gran amigo me recomienda una persona como usted solo porque ha escrito algunos libritos. Tendré que hablar seriamente con él.

Dirigiéndose hacia la puerta de su oficina me invito a salir. Mientras me dirigía a la salida de la oficina manifesté sonriendo...

- La verdad doctor es que yo no cobro por lo que hago sino por lo que se, producto de muchos años de estudios y de experiencias. Le ofrezco disculpas por haberle quitado su valioso tiempo y por haber interrumpido sus importantes actividades. En cuanto a que a mí nadie me conoce no es del todo cierto ya que tengo un poco más de cincuenta seguidores que leen mis libritos y publicaciones en varias partes del mundo. Infortunadamente muchos como yo no logran hacerse conocer debido a que al igual que usted, existen profesionales y altos ejecutivos de grandes empresas como la suya que sufren del síndrome de los ojos azules...

- ¿Solo cincuenta seguidores?  – me interrumpió preguntando burlonamente mientras me habría la puerta de su oficina – ¿y que es eso del síndrome de los ojos azules?, ¿se trata de alguna enfermedad?, no había escuchado hablar de él antes.

- Si bien es cierto existe una enfermedad llamada síndrome de Waardenburg que se caracteriza por el color azul de los ojos, se dice que las personas sufren del síndrome de los ojos azules cuando creen más en aquellas personas que les hablan en un idioma diferente, que ostentan una gran cantidad de títulos universitarios y que cobran en monedas extranjeras, que en sus coterráneos que posiblemente no tengan tantos estudios y reconocimientos pero si valiosas experiencias y como usted podrá corroborar en Internet, son un poco mas de cincuenta millones de personas del mundo hispano las que han leído mis libritos.  Ahora discúlpeme, ha sido un placer conocerlo doctor.

Dicho esto salí de la oficina. Una vez más comprobaba que lo que había escrito en mi libro “Estamos bien capacitados pero mal educados” era una triste realidad. 

Afortunadamente en el mundo empresarial, el sindrome de los ojos azules esta cambiando a pasos agigantados. Ya las empresas no se fijan tanto en los pergaminos que ostenten las personas sino en lo que saben hacer con lo que saben hacer. Nadie puede negar la importancia de los estudios universitarios. Sin embargo, una cosa es ser profesional y otra actuar con profesionalismo. En el área de los sistemas informáticos por ejemplo, hay jóvenes que sobrepasan en conocimientos y habilidades a los ingenieros en sistemas. 

De igual forma, resulta curioso como para muchas personas solo es valioso e importante lo que ellos hacen y a lo que uno hace tienen la desfachatez de colocarle precio, argumentando las más absurdas razones, es por eso que digo que "cuando uno no se valora, alguien nos pone precio".

Le invito pues amable lector a valorar lo que usted hace, ya que si la labor u oficio que desempeña lo realiza con profesionalismo e idoneidad, tiene un precio justo. De igual forma le sugiero nunca recatear nada de lo que le estén vendiendo, aunque es una práctica bastante común en mi país Colombia y en muchos otros países del mundo, pienso que es una falta de respeto hacerlo. Si su presupuesto no le permite adquirir el producto o servicio, analice otras opciones pero nunca le coloque precio a lo que otros hacen. Recuerde que "si deseas justicia, sé justo".

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