jueves, 14 de mayo de 2020

Whatsapp


Hola todos. 

¿De qué les quiero hablar hoy? De muchas cosas. Preguntarle a un escritor que le gustaría escribir, a un cantante que le gustaría cantar, a un artesano que obra quisiera hacer y así por el estilo a cualquier ser humano que haya descubierto su potencial y lo esté aprovechando, es algo bien interesante porque las respuestas serían muchas. 

¿Recuerdan que hace algún tiempo escribía sobre los “teléfonos celulares inteligentes” y como sus aplicaciones y sobre todo el guasapen (wathsapp) se convirtieron en una adicción como cualquier otra?, pues como les parece que desde que los bichos esos de los teléfonos celulares "inteligentes" llegaron a mi país Colombia, yo siempre había tenido de los que solo sirven para hacer y recibir llamadas y mensajes de texto. 

El caso es que un “buen amigo” al que quiero mucho, y lo digo entre comillas porque no sé si me hizo un bien o un mal, me regalo hace poco uno de los “teléfonos inteligentes” y hasta ahí llego mi tranquilidad, porque cada que el bicho ese suena o vibra me pongo en estado de alerta máxima y suspendo lo que esté haciendo, sea lo que sea, para ver quien me está escribiendo por el guasapen.  Y hay quienes ponen en riesgo hasta su propia vida y la de los demás por contestar o por ver quien les esta escribiendo. De hecho, miles de vidas y multimillonarias perdidas han ocurrido por las personas que creen, como los borrachos, que conducen mejor ebrios o con una sola mano por tener la otra ocupada con el teléfono celular. 

Anteriormente el que necesitaba comunicarse conmigo debía hacerlo en la forma tradicional, ahora no, me envían un mensaje o una grabación por el guasapen y vaya que no conteste. Hasta de maleducado me tratan. 

La triste realidad es que la tecnología ha invadido nuestra privacidad. Ya no tenemos tranquilidad para nada, el mundo literalmente se ha convertido en un pañuelo, o peor aún en una pequeña pantalla por medio de la cual nos informan hasta de que nos vamos a morir (que susto), pero es la verdad ya que existen aplicaciones que no solo nos analizan nuestra salud física y mental, sino que nos pronostican cuantos años tenemos de vida, de acuerdo a una información que difícilmente sabemos de dónde la obtienen.

A mí por ejemplo me dice mi “teléfono celular inteligente” que mis probabilidades de vida son de 80 años, las cuales se ven altamente comprometidas si no comienzo a hacer ejercicio diariamente por mínimo una hora. Es más, me dice que como siempre he sido una persona sedentaria debo comenzar a caminar a paso largo y luego ir haciendo otro tipo de ejercicios más exigentes. Afortunadamente aun no me ha dicho, y espero que no lo haga, el día, la hora y la forma como voy a morir, porque me muero antes de tiempo y que pena con el celular hacerlo quedar mal con sus pronósticos.  

¿Cómo mi nuevo teléfono se dio cuenta que yo era una persona sedentaria? ¿Ni idea, será por aquello de la cuarentena? ¿será por ser escritor? En fin, el caso es que el aparatejo ese me mantiene monitoreado casi las 24 horas del día y más adelante les digo porque “casi”. Me recuerda a qué horas debo tomarme la medicina para la presión, que alimentos debo consumir para contrarrestarla, que llamadas o reuniones tengo pendientes, si he llamado a mis “seres queridos” y a los que no lo son tanto como a mis acreedores, de los cuales ya no puedo esconderme porque con esto de las redes sociales ya me tienen detectado, además que mi "telefono inteligente" tiene GPS o sea que todos saben donde estoy, entre otras cosas, un invento muy inoportuno para los infieles. En fin amigos míos, afortunadamente eso me está pasando solo a mí o... ¿no me vaya a decir que a usted también?... Más inteligentes me parecen a mí los que están volviendo a tener los teléfonos celulares viejitos que sirven solo para hacer y recibir llamadas. 

Hace poco quise volver a mi antiguo teléfono, pero mi hija, con una amplia sonrisa, me dijo que tal cosa no la podía hacer ya que yo era  un escritor y conferenciante reconocido y que no podía hacer el oso sacando mi vejestorio en medio de una reunión. Qué pena contigo papi – me dijo mi hija – pero no voy a permitir que regreses al pasado, es más, ese teléfono que te regalo tu amigo ya está pasado de moda, ve pensando en adquirir uno de “última generación”. 

Dicho de otra forma, cada vez voy a estar más adicto a las nuevas tecnologías y hay del que hulla de ellas, más le valiera no haber nacido, ¡no ve que lo comparan a uno con un cavernícola! ¿Pero saben algo? Sin que mi hija se dé cuenta, yo aún conservo el teléfono flecha como el dicen algunos a los teléfonos celulares viejitos y programe el “moderno”, aunque ya mi hija me dice que no lo es tanto, para que se prenda y se apague a determinada hora y así poder disfrutar de alguna tranquilidad. ¿Hasta cuándo me va a durar el gusto? Hasta que mis hijos se den cuenta y me escondan o me boten el flecha. 

Ahí les dejo la inquietud, o continuamos cambiando de celulares cada que sale uno más moderno o continuamos con los que sirven solo para hacer y recibir llamadas. Yo prefiero estos últimos y hasta ninguno y así poder volver a recuperar la tranquilidad perdida… ¡huy! debo suspender de escribir esta nota porque me está vibrando el celular… ¿quién será, quien será?

2 comentarios:

  1. Don Onofre, no estaba enterado de esa tragedia familiar .... cualquier palabra será pobre ofrenda a una Madre ausente.
    Dios les guarde y acompañe siempre!!

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  2. Muy bueno y actual su artículo Onofre, la esclavitud se ha extendido a estos equipos electrónicos con nuestro beneplácito casi masoquista, celebramos nuestra pérdida de independencia y privacidad no a manos de otro ser humano sino a merced de estos pequeños equipos supuestamente inanimados y pensar que nuestra libertad la recuperariamos con sólo un clik!..Bienvenido al Club!

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