Esta frase del profesor Francisco Maturana generó mucha controversia en su momento, sin embargo, para los que hemos “fracasado” alguna vez en la vida ya sea en la salud, el dinero, el amor, la espiritualidad o a veces todas juntas, sabemos a lo que se refería el entrenador de futbol colombiano.
El empresario estadounidense Lido Anthony Iacocca afirmaba que “preferiría no correr riesgos, pero la vida no me da otra opción”, otra frase al respecto es aquella que dice que “en la vida, lo único seguro es que no hay nada seguro”; sin embargo existen personas que prefieren jugar a lo seguro y evitan al máximo correr riesgos, los cuales obviamente hay que dimensionar, sopesar, evaluar y por supuesto analizar, evitando caer en la parálisis por análisis ya que cuando uno piensa demasiado una cosa no la hace.
Lo curioso de todo, es que cuando nos damos contra el muro, cuando tocamos fondo, cuando todo por lo que hayamos luchado, se derrumba, aparecen los criticos, las aves de mal agüero, que por lo general son nuestros “seres queridos y amigos”, que con cara de satisfacción dicen cosas como: ¡se lo dije!, yo sabía que eso no iba a funcionar. Es que usted tiro el chorro muy alto. Es que el que mucho abarca, poco aprieta. La ambición rompe el saco. Es que de eso tan bueno no dan tanto. Es que lo que mal comienza, mal acaba. Es que si hubiéramos hecho las cosas como ellos dijeron, lo más seguro es que no habríamos fracasado, etc. etc. etc. , pero cuando uno les pregunta cuantas veces han triunfado en lo que uno quería hacer, por lo general siempre dicen que nunca, pero que aun así, ellos son unos verdaderos expertos en ese tipo de negocios.
Retomando la frase del profesor Maturana, en proyectos de emprendimiento, se suele perder tiempo y dinero, pero se gana experiencia y conocimientos y lo que es más importante, se ganan verdaderos amigos, aquellos que al darse cuenta de nuestro “fracaso” son los primeros en aparecer para decirnos cosas tales como: ¡Animo! Perdiste una batalla pero no la guerra. Cuenta conmigo. Aquí está mi mano, ¡levántate! Ven, analicemos que fue lo que paso e intentémoslo de nuevo, yo te ayudo, dime que necesitas. Este tipo de amigos son muy pocos. Que es más fácil encontrar una aguja en un pajar, que encontrar amigos como esos, es cierto, pero que los hay, los hay.
Es que en los momentos difíciles es que se sabe quién es quién, ya que en las malas podemos contar con ese tipo de amigos porque en las buenas sobran los falsos “amigos”, los que nos abandonan cuando más los necesitamos, los que ante un encuentro inminente, se limitan a sonreír burlonamente y hasta nos dan palmaditas en la espalda para disimular su enorme satisfacción ya que para ellos uno es un pobre perdedor y definitivamente ellos no le van a alcahuetear a nadie, ni tampoco van a permitir que les pidamos dinero prestado ¡ni más faltaba! Son los llamados amigos circunstanciales, personas que no son leales a nosotros, eran leales a lo que teníamos o a lo que representamos y cuando esto cambió, también cambio su lealtad hacia nosotros.
Ahora bien, una cosa es fracasar y otra muy diferente ser un fracasado ya que está permitido caer, lo que no está permitido es quedarse en el piso. La gran lección que nos dejan los “fracasos” es que son indispensables para poder triunfar ya que hay que insistir, persistir, resistir y NUNCA desistir hasta hacer realidad nuestros sueños.
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