Del libro: Estamos bien capacitados pero mal educados (https://www.amazon.com/Estamos-bien-capacitados-educados-Spanish-ebook/dp/B00KI6YN7W/ref=asap_bc?ie=UTF8)
Analicemos
un poco el desempleo en el mundo. Se preguntara usted que tiene que ver la
capacitación y la educación con el desempleo. Mucho, yo diría que todo. Entre
más instrucción tenga una persona más difícil es que acepte vincularse
laboralmente debido a que, por lo general, “selecciona” mejor las ofertas de
empleo y en condiciones normales – exceptuando por ejemplo a los inmigrantes
que si les toca hacer de todo para sobrevivir - no está dispuesta a hacer labores que difieran
mucho de sus estudios o experiencia laboral. En cambio una persona que no tiene mucha instrucción
puede aceptar empleos de “menos categoría”. Una de las poblaciones en que mayor desempleo en el
planeta hay, está en las personas que tienen alguna preparación académica por
aquello “del que dirán”.
Encontramos casos como por ejemplo “es que yo estudie
física cuántica, me pase más de veinte años en las aulas de clase y ni crea que
me voy a poner a conducir un taxi”. La verdad es que esa es la realidad. Yo, si
yo, el que está escribiendo este artículo, tengo un egomural bien interesante ya que he realizado algunos estudios profesionales a lo largo de mi vida y sin embargo he sido taxista, entre otras actividades que en nada tienen que ver con mi formación y experiencia laboral.
En
mi hermoso país Colombia esta situación es más común de lo que uno cree. Entre
mi grupo de compañeros taxistas hay de todas las profesiones, abogados,
arquitectos, médicos, psicólogos, hasta docentes que laboran en las más prestigiosas universidades de mi ciudad
Medellín.
Siempre
se ha dicho que “el trabajo no es deshonra”, lo cual es totalmente cierto. Lo
que pasa es que uno se pone a pensar y a preguntarse ¿para qué hice tantos
estudios para terminar conduciendo un vehículo de servicio público? La verdad
amigo lector es que estoy de acuerdo con lo que dice el maestro Jorge Duque
Linares que “en la vida lo único seguro es que no hay nada seguro” o como dice
el adagio popular “este mundo da muchas vueltas”. Es por eso que en mis
conferencias y libros que he escrito, siempre manifiesto que es necesario aplicar el proverbio oriental
que dice “se amable con el que te encuentras subiendo ya que posiblemente te lo
volverás a encontrar cuando estés descendiendo”.
En Colombia por ejemplo, la situación se hace todavía más difícil cuando
uno pasa de los treinta y cinco o cuarenta años, cuando laboralmente es
considerado obsoleto o de bajo rendimiento, razón por la cual ingresar al
mercado laboral es todo un trabajo. Las estadísticas de suicidios afirman que
una de las mayores causas es el desempleo, las deudas, el sentirse inútil. Nada
hay más frustrante que asistir a una entrevista de empleo y que le digan a uno
que esta sobre calificado, sobre perfilado o que por “políticas” de la empresa
no pueden contratar personas mayores de cuarenta años.
Quiero
contarle una de las muchas cosas que he hecho para aplicar a un empleo, desde
ocultar mis estudios, hasta mentir sobre mi edad. En cierta ocasión llego a tal
punto mi desesperación por no poder conseguir trabajo que me postule para una
labor que nada tenía que ver con mi profesión o experiencia laboral y en la
hoja de vida no coloque la fotografía, ni mencione todos los estudios que
tengo, ni mucho menos mi edad (la cual supera los cincuenta años). El caso fue
que me llamaron a la entrevista de trabajo y cuando me presente ante la persona con la cual debía entrevistarme, una atractiva joven elegantemente vestida,
me miro de arriba abajo y sonriendo amablemente me dijo “Señor Restrepo, se ve
que usted está muy necesitado para haber mentido de la forma que lo ha hecho en
su hoja de vida, obviamente como se dará cuenta usted no califica para la labor
de oficios varios al cual se está postulando, se nota que usted es una persona
con una gran preparación académica y estoy segura que tiene una gran
experiencia laboral…”.
Afortunadamente la joven demostró ser toda una profesional y en
vez de hacerme sentir mal por haber mentido en la hoja de vida me dio la
oportunidad de explicarle porque lo había hecho.
Existimos
los que se llaman “pobres vergonzantes”. Personas que en algún momento de la
vida contamos con comodidades o con un nivel social alto y por aquellos azares
del destino quedamos con una mano atrás y otra adelante y que por lo tanto nos
da vergüenza pedir. Somos los más pobres de los pobres. Literalmente hablando
preferimos soportar hambre que no la indignación de ser tratados como mendigos.
Por varios años esa fue mi realidad por lo tanto se de lo que estoy hablando.
Es por eso amigo lector que, cualquiera sea su posición social o económica,
dele gracias a su Dios por todo lo que le ha dado y Él permita que no se vea
usted en situaciones tan difíciles, curiosamente en la mejor de todas ya que en
esos años de “vacas flacas” es donde se sabe quién es quién. Quien es tu
verdadero "amigo" o quien es tu verdadero “ser querido”.
Así
es amigo lector que si usted es una de esas personas que aun gozan de tener un
empleo o de desempeñar un cargo, por modesto que este sea y que considera a los
desempleados como personas “no gratas”, “mantenidos” o que simplemente no quieren trabajar; yo les deseo lo mejor de
lo mejor y quiera Dios que nunca usted, un familiar o un amigo esté sin empleo porque no se sabe que es más
importante, si los ingresos que genera la labor que se realiza o estar activo,
sentirse importante, útil para la sociedad.
Actualmente
por ejemplo nuestro país Colombia, como muchos otros países de la región, está literalmente inundado de inmigrantes venezolanos que han tenido que salir
de su país debido a la difícil situación política que se vive en Venezuela. Es lamentable ver
como personas con una excelente preparación académica profesional y con amplia
experiencia laboral, desempeñando labores bien diferentes a lo que hacían en su país. ¿Pero sabe amable
lector que es lo más triste de los inmigrantes? Como se aprovechan de su
difícil situación los que no lo son.
Una
vez más amable lector recuerde la frase que “lo único seguro, es que no hay
nada seguro”.
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