No se sabe
que es más importante, si el alimento material que nos permite continuar en
este plano de la existencia o una voz de aliento, me atrevería a decir que
ambos son de vital importancia, lo curioso es que los alimentos para el cuerpo
se consiguen relativamente fácil, esos se pueden comprar, no así el alimento
para el espíritu.
Dirá usted
amable lector que el alimento para el espíritu se consigue aún más fácil, que
es sino prender la radio o la televisión y escuchar alguno de los programas religiosos
o culturales que diariamente se emiten, lo cual también es cierto. Lo curioso
es que esos programas, si bien es cierto son muy interesantes e importantes, no
son personalizados. Pueden darnos ideas o consejos que si son puestos en
práctica ayudan mucho.
Sin
embargo, permítame hacerle una pregunta ¿Qué siente usted cuando alguien lo
llama por teléfono o le hace una video llamada para preguntarle como esta? Algo
que cada vez se hace menos pues la gente prefiere enviar un mensaje de texto
que hablar. No sé si seré el único, pero yo si prefiero la video llamada o
escuchar la voz de alguien que leer el frio mensaje de texto.
Soy de los
que piensa que el ser humano es un ser social por naturaleza y que necesita
tanto el alimento físico, como el alimento para el alma, de esa voz de aliento,
de ese mensaje personalizado dirigido exclusivamente a nosotros. Pienso que
nada extrañamos más en esta cuarentena que a nuestros amigos, el compartir con
ellos. La familia es importante, claro que lo es y durante estos días de
aislamiento hemos tenido la oportunidad de compartir con ella como pocas veces,
lo cual es desde todo punto de vista meritorio e importante.
Ahora, no
sé si a usted le pase lo mismo que a mí, pero yo si extraño mucho a mis amigos,
a mis compañeros de trabajo, así algunos nos hagan la vida imposible cuando
estamos con ellos, de ahí la frase aquella que dice que nadie sabe lo que tiene
sino hasta que lo pierde. Aun esas desagradables personas en cierta forma hacen
falta. ¿Para qué? No lo sé, pero es la verdad. Tal vez así sea para ver el
bulto allí y tal vez no sentirnos tan solos.
Es un hecho
que en los momentos más difíciles de nuestra existencia es cuando uno sabe
quiénes son en verdad nuestros familiares y amigos. Podemos estar rodeados de
ellos, pero aun así sentirnos solos, más ahora cuando estamos más pendientes
del celular que de la persona que tenemos al lado.
Hace poco
hablaba con un padre de familia y me decía que la casa donde vivía era
demasiado grande. Como yo conocía su casa le dije que a mí no me parecía tanto.
Me explico que, aunque podía ver a su familia, no los encontraba ya que su
esposa y sus dos hijos se encerraban en las habitaciones ya sea a ver
televisión o chatear con sus amigos.
En fin, en
estos momentos de confinamiento, de cuarentena, de aislamiento, nos hemos dado
cuenta que estamos cosechando lo que sembramos. La situación que vive ese padre
de familia es más común de lo que se cree. Vivimos, pero no convivimos, no
compartimos. Lo invito pues amable lector a aprovechar esta cuarentena para
replantear su vida, a analizar lo bueno, lo malo y lo feo. Si de algo nos debe
servir este aislamiento es para reflexionar, para meditar, para pensar, para
compartir y departir, para ser más humanos, más humildes.
Muchos
necesitan de su ayuda tanto física como espiritual y me atrevería a decir que
más espiritual que física ya que la depresión y la ansiedad están ocasionando
serias dificultades. Es el momento de estar más en contacto con nuestros seres
queridos y con aquellos que no lo son tanto, al fin y al cabo, son seres
humanos que muy probablemente están pasando por momentos difíciles y que así no
lo reconozcan o lo agradezcan, el sentirse importantes para alguien les ayudará
a superar la difícil situación por la que atraviesa la humanidad.
Entre más
unidos estemos, podremos superar esta, la primera guerra mundial del siglo XXI
contra un enemigo “invisible”. Finalmente, amigo lector, le sugiero no hacer lo
de Pilatos y lavarse las manos para no hacerse responsable de la muerte de un
justo y desentenderse del mundo para no brindar ayuda pudiendo hacerlo, sino
que lávese constantemente las manos para proteger su salud, la de su familia y
la de todos en general.
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