TENGO MALA
SUERTE
“Al saber, le llaman
suerte”
Anónimo
¿De veras lo
ha intentado? No busque suerte si no ha habido planificación, optimismo,
lucha. Las dificultades hay que aprovecharlas para aprender, y los
fracasos como lección para empezar de nuevo. Si aceptamos la derrota, eso es lo
que tendremos.
La buena o
mala suerte es solo la manifestación de la ley de la causa y el efecto pues
nada es casual, todo es causal. Hay quienes la vida se les convierten en una
ruleta rusa. Todo lo dejan a la suerte o la interpretación del horóscopo. De
tal forma que no hacen nada sin el consentimiento de su brujo (a) de cabecera.
Generando una verdadera dependencia de personas o factores externos, que
difícilmente pueden ser controlados y terminan echándole toda la culpa de su
mala suerte a Dios, porque Él lo quiso así.
Si somos
consecuentes y coherentes con la idea de que Dios es nuestro padre y nuestro
rey; ningún padre quiere el mal para sus hijos y por simple lógica, si somos
hijos del rey entonces nosotros somos príncipes y princesas, por lo tanto
nuestra mala suerte no es culpa de Dios sino de nosotros mismos, que en vez de
seguir sus enseñanzas hicimos lo que quisimos y ahí si no hay nada que
hacer.
Por otro
lado la “buena suerte” está de parte de aquellos que no la tienen en cuenta en
sus planes. Por ejemplo, se suele decir de las personas que poseen una gran
fortuna que “se volvieron ricos de la noche a la mañana”. Lo que muchos no
saben es cuantos años duro la noche, cuantos sufrimientos, cuantas
dificultades, cual fue el precio que esa persona tuvo que pagar para hacer
realidad sus sueños.
Y es que
para que una persona legalmente haya logrado amasar una gran fortuna o haber
triunfado en la vida, debió de haber experimentado cualquier cantidad de cosas,
muchas de las cuales no siempre tuvieron un final feliz. Tubo que fracasar
muchas veces, caerse y levantarse otras tantas; debió de haber aprendido ya sea
en la universidad de la vida o en la academia, muchas cosas que luego supo
utilizar y aprovechar. Agradeció su “buena suerte” pero nunca contó con ella.
Nueve de
cada diez de lo que llamamos “golpes de suerte” fueron causales no casuales.
Tuvimos que trabajar muy duro para que se diera ese “golpe de buena suerte”. Mínimamente
se genero una causa para tener un efecto.
Pues para ganarse la lotería, necesariamente se debe disponer de un
billete o de un número.
A estas
alturas muchos de los lectores estarán en total desacuerdo conmigo pues están
completamente seguros que los hechizos que les han hecho les han dado
excelentes resultados, lo cual no voy a contradecir pues como dice el dicho “no
hay que creer en brujos, pero que los hay los hay”. La fe en ellos entra a
jugar un papel determinante. El pensar firmemente que a partir del momento que
utilicemos los brebajes, baños o cualquier método empleado por el brujo,
nuestra vida va a mejorar, es muy probable que así ocurra pues nuestra mente es
un potente magneto que atrae hacia nosotros todo aquello en lo que pensamos con
insistencia, sea positivo o negativo.
Napoleón
Hill, en su libro, piense y hágase rico asegura que “somos lo que pensamos” por
lo tanto nada raro que después de pasar horas, días, meses y años pensando que
bañándonos con tales o cuales hierbas o participando en cualquier extraño
ritual experimentemos grandes cambios en nuestra vida. Ha sido la inmensa fe
que hemos puesto en esas cosas y no cabe la menor duda que necesariamente se
van a generar los resultados esperados.
Así es apreciados
lectores que, nada de nervios. Sigan con sus creencias y sus ideas si estas les
están dando los resultados que esperan. Particularmente pienso que solo hay que
tener fe en nuestro padre Dios, cualquiera sea la idea o nombre que le hayamos
dado.Proxima entrega: La enfermedad de los sueños - Tengo miedo.
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