miércoles, 4 de febrero de 2015

La enfermedad de los sueños - Tengo mala suerte


TENGO MALA SUERTE
“Al saber, le llaman suerte”
Anónimo

¿De veras lo ha intentado?  No busque suerte si no ha habido planificación, optimismo, lucha.  Las dificultades hay que aprovecharlas para aprender, y los fracasos como lección para empezar de nuevo. Si aceptamos la derrota, eso es lo que tendremos.
La buena o mala suerte es solo la manifestación de la ley de la causa y el efecto pues nada es casual, todo es causal. Hay quienes la vida se les convierten en una ruleta rusa. Todo lo dejan a la suerte o la interpretación del horóscopo. De tal forma que no hacen nada sin el consentimiento de su brujo (a) de cabecera. Generando una verdadera dependencia de personas o factores externos, que difícilmente pueden ser controlados y terminan echándole toda la culpa de su mala suerte a Dios, porque Él lo quiso así.
Si somos consecuentes y coherentes con la idea de que Dios es nuestro padre y nuestro rey; ningún padre quiere el mal para sus hijos y por simple lógica, si somos hijos del rey entonces nosotros somos príncipes y princesas, por lo tanto nuestra mala suerte no es culpa de Dios sino de nosotros mismos, que en vez de seguir sus enseñanzas hicimos lo que quisimos y ahí si no hay nada que hacer. 
Por otro lado la “buena suerte” está de parte de aquellos que no la tienen en cuenta en sus planes. Por ejemplo, se suele decir de las personas que poseen una gran fortuna que “se volvieron ricos de la noche a la mañana”. Lo que muchos no saben es cuantos años duro la noche, cuantos sufrimientos, cuantas dificultades, cual fue el precio que esa persona tuvo que pagar para hacer realidad sus sueños.
Y es que para que una persona legalmente haya logrado amasar una gran fortuna o haber triunfado en la vida, debió de haber experimentado cualquier cantidad de cosas, muchas de las cuales no siempre tuvieron un final feliz. Tubo que fracasar muchas veces, caerse y levantarse otras tantas; debió de haber aprendido ya sea en la universidad de la vida o en la academia, muchas cosas que luego supo utilizar y aprovechar. Agradeció su “buena suerte” pero nunca contó con ella.
Nueve de cada diez de lo que llamamos “golpes de suerte” fueron causales no casuales. Tuvimos que trabajar muy duro para que se diera ese “golpe de buena suerte”. Mínimamente se genero una causa para tener un efecto.  Pues para ganarse la lotería, necesariamente se debe disponer de un billete o de un número.
A estas alturas muchos de los lectores estarán en total desacuerdo conmigo pues están completamente seguros que los hechizos que les han hecho les han dado excelentes resultados, lo cual no voy a contradecir pues como dice el dicho “no hay que creer en brujos, pero que los hay los hay”. La fe en ellos entra a jugar un papel determinante. El pensar firmemente que a partir del momento que utilicemos los brebajes, baños o cualquier método empleado por el brujo, nuestra vida va a mejorar, es muy probable que así ocurra pues nuestra mente es un potente magneto que atrae hacia nosotros todo aquello en lo que pensamos con insistencia, sea positivo o negativo.
Napoleón Hill, en su libro, piense y hágase rico asegura que “somos lo que pensamos” por lo tanto nada raro que después de pasar horas, días, meses y años pensando que bañándonos con tales o cuales hierbas o participando en cualquier extraño ritual experimentemos grandes cambios en nuestra vida. Ha sido la inmensa fe que hemos puesto en esas cosas y no cabe la menor duda que necesariamente se van a generar los resultados esperados.
Así es apreciados lectores que, nada de nervios. Sigan con sus creencias y sus ideas si estas les están dando los resultados que esperan. Particularmente pienso que solo hay que tener fe en nuestro padre Dios, cualquiera sea la idea o nombre que le hayamos dado.

Proxima entrega: La enfermedad de los sueños - Tengo miedo.

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