martes, 24 de febrero de 2015

Sentido de pertenencia


SENTIDO DE PERTENENCIA
“Cuanto más posee el ser humano,
 menos se posee a sí mismo”

Sentirnos orgullosos de pertenecer a la familia de la cual somos parte, a la empresa en la cual trabajamos, a la sociedad que nos rodea y al país donde vivimos; es tener sentido de pertenencia. Sin embargo más importante que lo anterior es ser dueños de nosotros mismos, de nuestras ideas y de nuestros sueños. Cuando estamos rodeados de personas que no son los nuestros, nos sentimos desplazados, nos sentimos solos rodeados de millones de personas y por mucho que convivamos con ellas nunca haremos parte de ellas.
Siempre se ha dicho que nadie es profeta en su tierra lo cual no es del todo cierto pues se puede hacer fortuna y ser feliz en nuestra propia tierra. Otros logran triunfar fuera de su tierra natal. Sin embargo también es cierto que ese triunfo es relativo pues siempre quieren o añoran volver a la tierra que los vio nacer.
Los que por una u otra razón deben emigrar de su país natal, suelen encontrarse con idiomas y costumbres muy diferentes y por lo general son tratados de una forma bien desagradable. Realizando labores para las cuales no son aptas o lo que es más triste, humillándose a tal extremo de muchas veces trabajar por la comida. Cuando en su país de origen sobrevivían trabajando ocho o diez horas; a millones de emigrantes les toca doblar y casi triplicar turno para vivir en albergues, porque donde quiera que se esté, se gasta la moneda propia del país y si quieren enviar algo de dinero para sus familias que quedaron abandonadas en su tierra natal; hay que hacer grandes sacrificios.
Recuerdo la historia de alguien muy cercano a mí que emigro a Norteamérica en la década de los 80 en busca del sueño americano. Durante más de veinte años trabajo arduamente 16 o más horas diarias para poder enviarle algún dinero a sus pequeños hijos y a su joven esposa. Cuando logro la jubilación por parte del gobierno Norteamericano regreso al país. Ya sus hijos estaban grandes y uno de ellos casado. Disfrutaban de un nivel de vida relativamente cómoda gracias a lo que su padre y esposo había enviado durante tantos años. A los pocos días de que le anciano hombre había llegado a disfrutar de su jubilación y de la fortuna que había amasado durante todo ese tiempo. Un día su elegante esposa le dijo que le agradecía todo lo que había hecho por ellos y por el dinero que les había enviado, gracias al cual sus hijos habían estudiado en las mejores universidades y disfrutaban de una vida llena de comodidades, pero que ella más que dinero había necesitado de alguien a su lado y que desde hacía años lo tenía.
Para no hacer más larga la historia o volvernos melancólicos recordando historias similares. Les diré que el anciano hombre opto por regresar a Norteamérica donde no tenía hogar ni hijos pero si algunos amigos. Poco tiempo después de su partida se supo la noticia de su fallecimiento; según dijeron, debido a la tristeza que le había generado la situación encontrada en su país, el cual nunca debió haber abandonado.
Se dice que la ambición rompe el saco. Como lo dije anteriormente, es muy probable que la mayoría de los humanos ambicionen tener mucho dinero. Para otros como yo, mi sueño es compartir mis ideas por medio de mis libros. Que gracias a que ustedes los compran disfruto de ciertas comodidades. Bueno, que le vamos hacer. Solo palabras de agradecimiento a todos mis lectores y a papá Dios por permitirme disfrutar de mi sueño.  Los invito a hacer lo mismo. Quien quita que dentro de todos mis lectores haya un premio nobel de literatura.
Por otro lado, no debemos confundir el sentido de pertenencia con los celos pues, si bien es cierto una de las palabras más importantes y por la cual se han librado cruentas batallas hasta dar la vida es la palabra MI. Mi familia, mi esposa, mi idea, mi religión, mi partido político, mi hogar, mi país, etc., etc., etc. Una palabra tan pequeña pero con un significado que difícilmente logramos dimensionar.  Es ese sentido de pertenencia a ultranza que defendemos a toda costa el que nos lleva a cometer cualquier cantidad de desaciertos y muchas veces a renunciar a nuestros sueños.
De ahí la importancia de ser coherentes y consecuentes con nuestros sueños. Debemos evitar el trato desigual, las amplias y marcadas diferencias y estimular, modelar y valorar la participación constante entre todos. Dar justo valor al esfuerzo. Solo así realmente haremos realidad nuestros sueños.

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